9/12/2011

Crónica de una ausencia - Eduardo Fracchia

Siempre me preocupé por los objetos, por las cosas que nos rodean; otorgan un sentido, permiten que el pie pise la tierra y nos conduzca; por la costumbre les restamos importancia, tan convencidos estamos de que son reemplazables. Son objetos, apenas cosas.

30 de mayo.
Hoy desaparecieron todas mis corbatas y algunas camisas, un cuadro de Berni (reproducción económica), la mesa-libro de la cocina, el paraguas y un par de botas de goma. También las llaves del coche, los documentos y el portafolios...La cantidad y el tiempo impiden que el reemplazo sea suficiente.
Ahora me doy cuenta: lo insignificante, aquello que es imagen de nosotros mismos, nuestro particular universo de cosas es tan efímero como un parpadeo. Vivimos para un futuro sin límites, aunque conscientes del límite. ¿Y qué más? De otra forma sería insoportable; estaríamos pendientes del fin, engañándonos a pesar de la certeza. Así es mejor: no sabemos por qué ni cuándo, simplemente ocurre.

31 de mayo.
Desapareció la mesa del comedor, las sillas, el tocadiscos...Dejo de ir a la oficina, permanezco en la cama, observo, trato de mantenerme despierto, cuento y recuento todo lo que está a la vista: la lámpara, el televisor, la heladera, el aparador, las fuentes de acero, el sillón, sillón, los pinceles, las telas, los caballetes, mis témperas...Abro y cierro el armario cada vez más vacíos.
No me asombra la situación...Es más: la esperaba. A veces -sólo a veces- la realidad es una sola. Entonces no hay tiempo; esto es, tiempo necesario. La cordura, lo razonable... ¿quién puede estar seguro?

1° de junio.
Del coche, sólo su esqueleto de hierro. Desapareció uno de los nísperos del jardín, los malvones, el limonero y tres rosales; el piletón de plástico está en la mitad. Hay un crujido constante de ramas y tallos en el patio. Es insaciable.
Me desconozco. De a poco voy perdiendo la identidad, la misma que durante años construimos para nada...Además, ¿cómo definir? No hay recetas, así es de simple. La mano obedece al cerebro...
La cuestión es saber si el cerebro es autónomo.

A la tarde.
Sospecho que nunca fuimos libres. Cierta libertad de movimiento y alguna que otra coherencia hicieron posible el engaño. Pero a la mayoría no le importa, se interesan más por sus proyectos de futuro como si fueran eternos.

2 de junio.
Hace frío. El viento sur se adueño de este espacio, mi espacio. No sé cómo detenerlo. Es metafísico. Es viento. Frío por añadidura (no hay metafísicas cálidas). El resto permanece intacto por unas horas, sólo las necesarias para una buena digestión.
Todo se simplifica: dos más dos no es cuatro. La piedra no es materia, la materia no es un principio, tan sólo una alternativa. De nosotros depende el acierto o el error...La duda es un instante que se gana.
Es precioso entregarse, no ofrecer resistencia, olvidar las ambiciones, los propósitos dignos pero inútiles.


3 de junio.
Desapareció el piso y la pintura de las paredes, la heladera, los armarios, la biblioteca, la cocina, la estufa-chimenea y el ventilador. Ya no hay puertas ni ventanas…Un cono de luz, una estupenda claridad baja del cielo.


4 de junio.
Hago una lista de lo poco que me queda, tacho cada cosa que desaparece, el ritmo es intenso: escribo, tacho, cuento 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 1, 2, 3, 4, 5, 6, 1, 2, 3, 4, 5, 1, 2, 3, 4, 1, 2, 3, 1, 2. Como comidas desde abajo, empiezan a desaparecer las paredes. Los ladrillos se muestran irregulares y desafiantes…Uno bajo el otro y más allá de la ley. Depositarios de un fuego antiguo…Tanto hicieron por mí.

5 de junio.
Estoy dentro de un orden. De otro orden, de un orden al revés, y no me extraña que así sea. El desorden nunca es absoluto.
Sé que aún falta lo peor, pero iré hasta el fin: es parte y condición.

6 de junio.
Ya no tengo sueño ni hambre, no siento frío…No busco, mis ojos ven lo que ya fue: la aventura del clandestina, un corazón definitivo, un árbol…Hago la suma de todos mis silencios y me aterra el resultado. No fue justo: callé cuando mi palabra hizo falta.

7 de junio.
Los rosales del frente, la razón de la infancia…el viejo reloj de péndulo, el del tiempo sonoro, pausado a la siesta. El circo y su magia siempre renovada, la pluma que disipa sueños con su vuelo.
Ya no hay paredes ni techos. Ya no hay casa. La tierra tiene un tinte gris y opaco, se agrieta pausadamente.

8 de junio.
Trato de no pensar; permanezco sentado, casi sin moverme, hasta la noche.
Sólo unas pocas estrellas que logran una gran intensidad y se apagan como chispas. La oscuridad es cada vez mayor.


9 de junio
Voy de un lado a otro guiado por la costumbre, aquí abro una puerta, allá cierro una ventana, hojeo un libro inexistente…
El recuerdo me mantiene lúcido.
¿Cuál es el fin? Todo orden lo exige, de lo contrario no sería orden.


10 de junio.
Salgo a la calle: desaparecieron los lapachos, la vereda, las casas vecinas. No se oye ni un ruido…Siento una paz inmensa.
Me habitúo a esta nueva soledad. Es la que me conviene.

11 de junio – 12 horas.
Todo está inmóvil…No hay viento…El sol alumbra a pique. Hay un murmullo que crece, un zumbido de abejas cada vez más fuerte, y el sol debilitándose sin pausa. Es crepuscular e inmediato.

13 horas.
Soy única presencia, un cuerpo en la sola desnudez del cuerpo…No tengo dioses que valgan la pena…No sé quién soy. Tal vez nunca lo supe. Sólo nos recordamos de acuerdo al dogma.
14 horas.
Mi padre ausente, ya imagen…Las otras intenciones, el deseo insatisfecho…Los viejos planes nunca ejecutados…El reencuentro apenas posible, efectivo en esta circunstancia.
15 horas.
Tal lo previsto, ya no tengo un pie, desaparece el otro, me arrastro no sé hacia dónde…Por suerte no hay sangre: la sangre que se derrama es una maldición.
16 horas.
Estoy en la mitad, ahora sin el brazo izquierdo…Otra vez mi padre, su voz, sus gestos, su mal disimulada bondad. Toda la inocencia muerta, de golpe entera. Y la sonrisa perpetua a pesar de las lágrimas. Y las cosas que fui olvidando. Y los nombres. Y el amigo entrañable. La desolación, el punto en que lo que fue vuelve a reunirse…Una alquimia del tiempo, un regreso esperado…Y el amor. Y el maleficio de la ruptura, las enmiendas, la esperanza de una nueva exactitud entre las partes…De un avance sin retrocesos, de una validez última.
16:15 horas.
Vuelvo a mis orígenes, casi al cordón de vida, a la otra sombra.
16:30 horas.
El desierto empieza a poblarse…
16:45 horas.
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Oficial 1 – Así lo encontramos.
Oficial 2 - ¿Dónde?.
Oficial 1 – En pleno centro.
Oficial 2 – Es increíble que aún este vivo.


(Fracchia, Eduardo. Texto publicado en la Antología "Poesía y cuento 1978 - Concursos Litrarieos Zonales, El inmigrante, El aborigen" de la S.A.D.E. Disponible en Biblioteca de Dirección Letras)



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